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Es lamentable el desconocimiento entre nosotros de valiosas obras de compositores colombianos que han cultivado diferentes géneros de música culta o académica, ya sea por falta de divulgación, porque sus partituras nunca han sido editadas o porque ha sido difícil encontrar los trabajos originales de los artistas. Ello nos lleva a exaltar una importante labor de rescate patrimonial, preservación y divulgación que al respecto han emprendido investigadores de la sede en Medellín de la Universidad Nacional.

Se trata del Grupo de Investigación Audiovisual Musical, INTERDÍS, de la Facultad de Ciencias de dicho centro académico, integrado en forma interdisciplinaria por docentes y estudiantes de posgrado, así como por músicos y artistas de la ciudad.

Desde 1999 viene empeñado en producir documentales de gran calidad sobre la vida y obra de distinguidos compositores del país, y hasta el momento ha concluido los correspondientes a Hans Federico Neuman, Antonio María Valencia, Adolfo Mejía, Luis Carlos Figueroa, Gonzalo Vidal y Blas Emilio Atehortúa.

En la actualidad prepara un séptimo documental sobre el maestro Rodolfo Pérez. Así mismo, el grupo produjo los primeros 13 capítulos de una serie para televisión y radio titulada “Historias musicales de Colombia”, destinada a trasmisiones de corta duración sobre obras específicas. Conviene señalar que INTERDÍS ha sido catalogado como grupo de excelencia en investigación según las evaluaciones de Colciencias, que el año pasado obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar en la categoría de emisiones culturales por televisión y que algunos de sus documentales han sido galardonados en diferentes festivales nacionales e internacionales.

Los lectores interesados podrán encontrar amplia información en el sitio de Internet www.interdis.unalmed.edu.coAtención preferencial se ha brindado a la música de cámara a lo largo de los últimos ocho años, período en el cual se han llevado a cabo seis festivales internacionales que incluyeron un total de 37 conciertos con obras de 55 compositores colombianos, en especial 13 obras nunca antes presentadas públicamente. Todos los conciertos fueron trasmitidos en directo por televisión y grabados para su transmisión diferida.

En la actualidad, el Grupo INTERDÍS prepara el VII Festival Internacional MÚSICA DE CÁMARA COLOMBIANA con la participación de la Camerata Interamericana, la orquesta de cámara de la Organización de Estados Americanos, con una programación que incluye, además de dos conciertos en la forma tradicional, tres conciertos en barrios populares, tres talleres para jóvenes de la red de bandas y del programa Batuta, y conciertos didácticos en diferentes escuelas.

Esta iniciativa es merecedora del requerido apoyo financiero puesto que la presencia de dicha orquesta en el país puede, además de contribuir a lo antes dicho, impulsar en forma muy significativa la divulgación de nuestros compositores en el ámbito internacional. Como las tareas que venimos comentando se hacen en conjunto con otro meritorio programa de la misma universidad denominado “Mil Años de la Música”, vale la pena que nos refiramos brevemente a este último, fundado en 1994 con el fin de contribuir al enriquecimiento de la vida cultural de la universidad y de la ciudad, al igual que brindar oportunidades para la formación musical.

 

Destacaríamos entre sus actividades 235 conciertos con intérpretes nacionales y extranjeros, el rescate de cerca de 100 obras de cámara y vocales de compositores colombianos, amén de cursos de apreciación musical, conferencias, audiciones, festivales de la canción, realización de películas, producción de programas para la televisión y el apoyo al grupo interdisciplinario de estudiantes “Solle”, dirigido por el maestro Arnaldo García y creado para explorar el folclor urbano y el aprendizaje no tradicional de la música.Gran animadora de todas las actividades mencionadas y merecedora de gratitud es la profesora Galina Likosova, de origen ruso pero hoy tan colombiana como cualquiera, directora de INTERDÍS y bien secundada por devotos colaboradores como Hernán Humberto Restrepo, Ana Claudia Múnera, Luis Carlos Rodríguez y Arnaldo García. Como muestra de la seriedad y reputación alcanzada por el grupo, baste señalar que el gran compositor nacional Blas Emilio Atehortúa le donó al mismo una parte importante de sus manuscritos y partituras que, junto con otro material reunido por INTERDÍS, permitirá conformar un importante centro de documentación patrimonial con partituras y grabaciones.

 

Para terminar, queremos mencionar una importante aspiración de estos amantes de la música, que bien merece el apoyo de las autoridades y la empresa privada. Tiene relación con la próxima asamblea del Banco Interamericano de Desarrollo que se llevará a cabo en la ciudad de Medellín. Es común y apenas natural que ante visitantes extranjeros la ciudad presente una muestra de nuestra riqueza folclórica de música y danza, pero ha llegado el momento de presentar también una muestra de nuestro acervo musical en los géneros clásicos. Tenemos las obras y los intérpretes que pueden representar dignamente el país ante tan destacada concurrencia internacional.



Música, una razón para vivir


Por GALINA LIKOSOVA

Caminos, trochas, vías, avenidas, senderos…El camino de la música clásica colombiana nunca fue fácil. Nacen y mueren conjuntos instrumentales, orquestas enteras, reclamando un poco de cuidado por parte del estado, mendigando el amor del público que los mira de reojo, siempre comparándolos con los estándares extranjeros de países con historia y tradiciones musicales clásicas mucho más sólidas y antiguas que las colombianas, sin pensar que la situación y el ambiente de la música en el país son muy diferentes.En general, la gente disfruta y capta más rápido el sentido de una obra que está relacionada con sus raíces musicales. La música popular siempre ha sido la fuente de inspiración de los compositores. El minueto, la polka o el vals (en su época), eran danzas campesinas, pero el ingenio de los compositores las transformó y las elevó a un nivel universal, supranacional, donde los oyentes de todo el mundo las pueden disfrutar y apreciar. Los compositores colombianos utilizan en sus obras aires populares como el pasillo, el bambuco, la música indígena... y hay verdaderas joyas musicales

 

Desconocidas por el público.

Las obras de los compositores de cualquier país están inspiradas consciente o inconscientemente en las melodías de su cultura, estas canciones y danzas que adquirimos como bagaje genético antes de nacer y que completamos toda la vida. Son estructuras musicales innatas, que poseemos y que nos permiten disfrutar más fácil de la música que tiene algo en común con las melodías de nuestros ancestros. Otros tipos de música, o la música de otras culturas, nos toca aprender a degustarlos y valorarlos. Una canción popular es mucho más fácil de entender y de recordar por la sencillez de suestructura. La música erudita (clásica, elaborada, académica, alta) se basa en el folclor, pero las estructuras musicales que utiliza son mucho más complejas, así que se necesita cierta preparación para apreciarla y disfrutarla.


En Europa hasta el siglo XIX, los compositores que estaban al servicio de una corte vivían de la composición, pero fueron considerados como servidumbre. Otro caso excepcional es el mecenazgo, cuando un melómano se ocupa de las necesidades terrenales del compositor y éste último sólo se dedica a la creación, sin pensar en el vil metal. El compositor ruso Piotr Ilich Chaikovsky es un ejemplo muy conocido de esa situación.

Actualmente, en general, ningún compositor vive de la composición. La mayoría de ellos se dedica a la docencia, a la administración o a tocar un instrumento en un conjunto o en una orquesta, o se dedica a unas actividades muy lejanas a la música, como, por ejemplo, el caso del compositor norteamericano Charles Ives, quien fue corredor de bolsa. Los compositores hacen sus obras en los ratos libres que les dejan las carreras diarias, dictan clases y tocan en “chisgas” para conseguir el pan de cada día. Muchas veces les toca contratar músicos para la interpretación de su obra, pagando de su propio bolsillo como pasó con algunas obras de Roberto Pineda Duque. La época de mecenas en Colombia se acabó sin haber comenzado.

Los casos excepcionales se pueden contar con los dedos de la mano: El concurso Ezequiel Bernal en los años 20s y 30s, que ganaron entre otros A. Martínez Montoya, A. Mejía, y J. Bermúdez Silva. En los años 40s - 60s eran muy frecuentes los concursos para componer el himno de un colegio, de una escuela, de una empresa o de un encuentro eucarístico (parece extraño e increíble, pero la Universidad Nacional de Colombia no tiene himno. En el año de 2004 en el II Festival Música de Cámara de Compositores Colombianos, el maestro Blas Emilio Atehortúa obsequió a la Universidad una hermosa composición que por algún motivo no fue adoptada como símbolo musical del Alma Mater). Compositores como Pedro Pablo Santamaría, Luis Carlos Figueroa, José María Bravo Márquez, para nombrar algunos, participaron en esos concursos. Así mismo, por la misma época, empresas como Rosellón-Indulana, Fabricato, Asociación de Cervecerías, la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia patrocinaron concursos de composición premiando obras de Luis Miguel de Zulategi, Jorge Camargo Spolidore, Luis Uribe Bueno, Luis Antonio Escobar, Roberto Pineda Duque, entre otros. La mayoría de estas creaciones fueron concebidas en el ámbito nacionalista, con aires de pasillos y bambucos, pues era la época de la búsqueda de una identidad musical colombiana.

Algunos compositores, en las últimas décadas, han sido “beneficiados” con los muy escasos encargos y comisiones de obras, por parte de algunas entidades privadas, y excepcionalmente, públicas.

De vez en cuando se realizaron los concursos de creación musical (dicen por allí que se hacen cada muerte de un obispo). Las buenas iniciativas gubernamentales como, por ejemplo, cuando se convocaron en los años 90s los Premios Nacionales de Composición o aquel contrato ofrecido por Colcultura en los tiempos de Gloria Zea, consistente de un

incentivo económico (salario fijo mensual y prestaciones sociales) para 10 compositores colombianos, para que pudieran “escribir más holgadamente sus ideas musicales” (Santiago Velasco Llanos), duraron tres años y medio. Mientras los conservatorios privados siguen fortaleciendo su planta docente contratando a los mejores maestros, la administración del conservatorio público, manejando los contratos a su antojo, deja caer los programas que con tanto esmero fueron construidos.
La mayoría de las obras instrumentales y sinfónicas de compositores colombianos sigue siendo desconocida para el gran público, ya que después del estreno, difícilmente se vuelve a tocar una obra porque para una orquesta sinfónica es más fácil tocar una partitura editada y muy conocida de Beethoven o de Mozart, que quemarse las pestañas descifrando garabatos de un manuscrito de un compositor colombiano, de quien hay muy pocas obras publicadas.

Si no hay apoyo institucional, si no hay una política cultural basada en un proyecto de desarrollo cultural a largo plazo con énfasis en creación y divulgación, que sea respetada y se siga desarrollando por los nuevos gobiernos, es muy poco halagador el futuro musical de Colombia. El caso de Venezuela debe ser un ejemplo para Colombia. Por algo representantes de diferentes gobiernos, Brasil por ejemplo, vienen a aprender de la experiencia de la F.E.S.N.O.J.I.V. (Fundación del Estado para el Sistema Nacional de las Orquestas Sinfónicas Juveniles e Infantiles de Venezuela), movimiento de orquestas sinfónicas que hace 32 años inició el Doctor José Antonio Abreu y que hoy da como resultado elfuncionamiento de alrededor de 300 orquestas sinfónicas juveniles en toda Venezuela, con impresionantes y continuos programas de conciertos. El gran programa de formación de intérpretes musicales a través de todo el país durante más de 30 años culminó con la creación de Cátedras Latinoamericanas de Piano, Violín y Clarinete, dirigidas por grandes maestros. (Un ejemplo a seguir por el Programa “Batuta” y por la Red de Bandas y Escuelas de Música del Municipio de Medellín!) Hace algunos años el F.E.S.N.O.J.I.V. vio la necesidad de pasar a la siguiente etapa del movimiento

sinfónico: la creación de su propio repertorio, o sea la música compuesta por los compositores venezolanos. Así fue creada la Cátedra Latinoamericana de Composición “Blas Emilio Atehortúa”, dirigida por nuestro gran compositor antioqueño.


Hablando de la difusión de la música erudita colombiana, es justo y necesario recordar al maestro Olav Roots, director de la Orquesta Sinfónica de Colombia por muchos años, quien emprendió la quijotesca tarea de divulgar la música sinfónica de compositores colombianos como Guillermo Uribe Holguín, Luis Antonio Escobar, Roberto Pineda Duque, Fabio González Zuleta y muchos otros.

En Medellín, en una época, la desaparecida O.S.D.A. (Orquesta Sinfónica de Antioquia) tuvo la iniciativa de tocar en cada concierto una obra colombiana; la Orquesta Filarmónica de Medellín y la Orquesta Sinfónica de EAFIT también tienen en su repertorio algunas obras sinfónicas colombianas. Los países europeos con larga tradición musical tienen muy presentes sus valores culturales y la importancia, la consciencia y la memoria pública de esos valores. Haymuchas calles con los nombres de compositores en París, todo un barrio “musical” en Berlín, inclusive el billete de 100 markos alemanes tenía el retrato de la pianista y compositora CLARA SHUMANN, esposa de Robert Schumann.

Pero la tarea de dignificar el trabajo de los compositores colombianos no la pueden emprender las empresas privadas, ni los individuos conscientes de la importancia del objetivo. Esta tarea es un megaproyecto de la política del gobierno nacional. Mientras tanto, los compositores colombianos se van del país a buscar un ambiente donde su trabajo creador sea una razón de ser… el sentido de su quehacer diario. Blas Emilio Atehortúa, Francisco Zumaqué, Julio Reyes, Germán Toro y muchos otros...

Hans Federico Neuman, pianista, poeta y compositor barranquillero escribió:“ Una flor, una música distante,--es la música una claridad inefable--,el ritmo de una hoja, una nube que pasa:tan sugestivo entonces percíbese todo ello--las ocultas imágenes del agua—en lo interior del alma;con el alma en vigilia, con el alma beata

Por gracia de estas líricas, fugaces

impresiones fantásticas…”

¡ Impresiones increíbles e indescriptibles al escuchar la música viva en un concierto en vivo! ¡Recordando o descubriendo las obras de compositores colombianos de los siglos XIX-XX o presenciando estrenos mundiales de obras musicales con compositores entre nosotros en la sala!